Estar orgulloso de tu país no significa, por
si Rajoy no se ha enterado, estar orgulloso de la política que hace el
Gobierno. Tampoco es estar orgulloso de cómo los poderes económicos o el
sistema financiero tratan a la ciudadanía del país (desahucios, negación de
créditos, mantenimiento de los beneficios a costa del empleo…). Estamos orgullosos del acervo cultural del país, de ese crisol de culturas que desde los fenicios fueron quedando en los territorios de nuestro país. Huellas y vestigios que ayudaron a conformar el carácter de la gente.
Estamos orgullosos de valores como la
solidaridad o la tolerancia que forman –en la gran mayoría de ciudadanos y
ciudadanas del país- una parte muy importante de su manera de ser.
Pero, Señor Presidente, le advierto que
seguimos siendo “extremistas, pesimistas y agoreros” mientras nos gobierne
gente que confunde transparencia y regeneración democrática con leyes que sólo
significan represión y un menor espacio para la crítica y la defensa de las
ideas de cada uno.
¿Cómo interpretar si no su reciente ley
“mordaza” o su política represiva frente al derecho de huelga y la libertad
sindical?
Estar orgulloso del país no es aceptar –ni
con orgullo ni sin él- que pasemos a la cola de los países europeos en
referencia a los derechos de la mujer por su aciago proyecto de ley del aborto.
No se puede sentir orgullo con sus políticas
y sus reformas que han hecho retroceder los derechos de los trabajadores, de
los pensionistas o de los jóvenes.
Tampoco se puede sentir orgullo del trato que
la política de su gobierno da a servicios públicos básicos como la enseñanza,
la sanidad, la protección social (dependencia, desempleo…).
Señor Presidente, nuestro país –como casi
todos- es orgulloso a pesar de que su gobierno y sus poderes económicos y
financieros sean una auténtica vergüenza para muchos de sus ciudadanos y
ciudadanas. No le quepa, sin embargo, la menor duda de que nos sentiremos muy
orgullosos de acabar con sus políticas más temprano que tarde.