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miércoles, 7 de agosto de 2013

LO QUE LA MINISTRA NO EXPLICÓ: ÉXITOS Y FRACASOS DE LA REFORMA LABORAL (y 2)


Triunfó en devaluar salarios, devaluar la economía y capitalizar las empresas. Fracasó en crear empleo y optimizar las condiciones laborales.
 
2º parte del artículo de Joan Coscubiela, Diputado de Iniciativa per Catalunya-Verds (Izquierda Plural) escrito y publicado el 2 de agosto, antes del último consejo de ministros que aprueba (como comenta el autor) que habrá medidas para atornillar más a los jueces y así ha sido cuando el gobierno aprueba para los grupos de empresa no tener que presentar las cuentas consolidadas
 
 
¿Y si no había rigidez salarial, cuál era el objetivo salarial de la reforma? Provocar una devaluación interna vía salarios que sirviera, así mismo, como mecanismo de devaluación interna de la economía y de desendeudamiento de las empresas. Y lo ha conseguido. Durante la crisis, los salarios han perdido peso en la distribución de la renta, han pasado de significar el 54% del PIB en 2008 al 49% a comienzos del 2013. Esta pérdida salarial no ha ido ni a mantener empleo, ni a reinversión productiva, sino a beneficios con los que se ha reducido el endeudamiento de las empresas, por un importe que supera los 60.000 millones de euros. Los trabajadores han contribuido pues de manera forzada al saneamiento económico por partida doble. Haciendo de banco para las empresas privadas con una parte de su salario y pagando el rescate bancario con sus impuestos.
 
El segundo gran objetivo de la reforma era y es devaluar estructuralmente el papel de la negociación colectiva y reducir la capacidad de intervención sindical en las relaciones laborales. Todos los datos, que tendremos oportunidad de ir comentando más adelante, apuntan a otro éxito de la reforma laboral. Los mecanismos de ajuste interno se han convertido en unilaterales. Hoy la modificación substancial de condiciones de trabajo (Artículo 41 ET), la desaparición de la autorización administrativa previa en los ERES, el descuelgue empresarial de los acuerdos colectivos, la prioridad del convenio de empresa “in peius”, o sea peor que el sectorial y la caída de la vigencia de los convenios ha provocado un tsunami desregulador.
 
Nótese que son reformas que se hacen por razones coyunturales, la crisis, pero tienen impactos estructurales.
 
Aquí conviene destacar que los tribunales han puesto ciertos límites a los objetivos desreguladores de la reforma utilizando para ello la doctrina del Constitucional sobre el Artículo 35 de la CE, los Convenios de la OIT y la Directiva de Despidos Colectivos de la UE.  Es por eso que, las grandes empresas, insaciables, han puesto en marcha una campaña para exigir una nueva reforma. Que parece ser que la Ministra Báñez pretende abordar con el zafío argumento de mejoras técnicas. Al parecer se trata de nuevo de impedir o dificultar al máximo la tutela judicial de los trabajadores. Alerta con los intentos de aprobar el contrato único, el rey de las falacias desreguladoras.
 
Solo 18 meses de aplicación de la reforma laboral ya han sido suficientes para comprobar algunos de sus perversos efectos colaterales. Tres muy evidentes: la caída de la calidad del empleo y los salarios además de su impacto social está dificultando la salida de la crisis en un país en el cual 3 de cada 4 trabajadores dependen del consumo interno. Las políticas de precariedad están incentivando aún más una apuesta por un tejido productivo escasamente competitivo y dificultarán el deseado cambio de patrón productivo. El mercado laboral español es un incentivo de primer orden para alimentar nuevas burbujas especulativas. Y están apareciendo evidencias de “dumping social” interno. La posibilidad de que convenios de empresa puedan establecer condiciones peores que el sectorial está provocando su proliferación artificial, especialmente en el sector de servicios a empresas y administraciones públicas. Las empresas serias están perdiendo la batalla frente a las empresas buitres gracias a la reforma.