Si realizáramos una visión
retrospectiva quienes pasamos por las aulas hace como mínimo más de 20 años, sin
lugar a dudas encontraríamos aquella clase donde, junto a 40 compañeros o
compañeras, aprendimos nuestras primeras lecciones.
Si seguimos hurgando un poco más
en nuestros recuerdos, también encontraremos las preocupadas conversaciones de
nuestros progenitores en las que –según el salario de la unidad familiar- se
debatía la posibilidad o no de ampliar los “recortes familiares” para intentar
hacer frente a los gastos para acceder a la Universidad.
De forma generalizada y
progresiva, con el tiempo, esas clases fueron disminuyendo el número de alumnos, y un profesorado más joven pudo ir prestando más atención a sus alumnos, todo
ello teniendo en cuenta que ese desarrollo ha sido más lento de lo que, para
cualquier sociedad moderna, sería conveniente y que la dotación educativa ha necesitado años y
años para llegar al modelo actual.
Subieron los salarios –aunque de
manera insuficiente en relación a los precios-, se aumentaron las becas y la Universidad
entró a formar parte del derecho universal a la educación. Con estas carencias y
con este desarrollo –incluido el papel que las tasas universitarias han jugado
para la financiación de las Universidades- hoy hablamos de la “generación de jóvenes
mejor preparada de nuestra historia reciente”. Es cierto que convivimos con tasas
importantes de fracaso escolar, elemento que, sin duda, hay que relacionar con
algunos “boom” como el inmobiliario, el peso de la “cultura del dinero” que
llamó a muchos jóvenes a abandonar las aulas y que también muchas familias facilitaron
ese abandono para alcanzar cotas económicas que las situaran en mejores
condiciones. Esto, que nos preocupa, no parece preocupar al Gobierno que, en reunión
del Consejo Sectorial de Enseñanza va a aumentar el número de alumnado por
clase, a disminuir el gasto en profesorado -por las vías de ampliación de
jornada, la reducción de inversiones y la anulación de ofertas de empleo. Medidas
que ponen a miles interinos en la piqueta al aumentar el número de horas del profesorado,
el número de alumnos por clase y reduciendo la inversión de “apoyo”, con lo que
los que ahora desarrollan ese trabajo, “sobrarán” en los centros educativos
como ocurre en Madrid o en Castilla La Mancha-. De la misma manera, el Gobierno subirá,
como en ocasiones anteriores, las tasas universitarias y “reordenará” disminuyendo el estudio de las
titulaciones.
Con un alto desempleo, con salarios
a la baja a raíz de la presión que los empresarios, con la Reforma y con la crisis, están ejerciendo, el Gobierno continúa con la política de recortes que no nos
llevará a solución alguna.
Si el PP impone estas políticas
educativas, y las personas que hoy pasamos de los 40 volviésemos al colegio de
nuestra niñez, nos parecería estar reviviendo, como en la película del “Día de
la marmota” de nuevo nuestros orígenes. Todo un salto atrás de décadas. Si el
Gobierno apretara un poco más en estos retrocesos, los accidentes “reales” de
caza –que pagamos todos con los impuestos que se destinan a la
Casa Real- serían los de Alfonso XIII –que también
era Borbón-.