Que el cuerpo normativo y la redacción del RDL 3/2012, más conocido como la Reforma laboral, pudiese tener desajustes –con alguna presunción de inconstitucionalidad- no deja de ser, aún siendo grave, un elemento de corrección jurídica y legal. Lo realmente preocupante son las decisiones políticas tomadas.
La negativa del Gobierno de abrir un proceso real de negociación sobre la reforma no es un problema técnico sino un problema político ya que ésta ha supuesto –basándose en la toma de decisiones políticas- un “giro copernicano” en las relaciones laborales del País.
Que la reforma consagre un poder casi absoluto de los empresarios en un país como el nuestro en donde –a modo de ejemplo- tanto empresario de la construcción brotó en el boom inmobiliario aportando por todo capital su persona, su móvil y una furgoneta es algo que “asusta”, entre otras cosas por el desequilibrio que de las relaciones laborales encierra.
Igualmente, la pérdida de derechos y los recortes que sobre contratación, condiciones laborales y despido se producen con la reforma, supondrán miles de despidos y la pérdida de garantías para la vida diaria de los trabajadores y trabajadoras.
Mienten, ellos lo saben. Tanto Cospedal como Arenas y Aguirre, mienten cuando achacan el enfado de los sindicatos frente a la reforma a su “pérdida de poder”. Nuestro poder estuvo y estará siempre en los centros de trabajo y en la calle. El suyo por contra –y ente caso, por desgracia, más aún- en los Boletines Oficiales.
Nosotros defendemos el trabajo, el salario y la protección social de la gente, mientras tanto Cospedal y Arenas defienden sus “millonarias dietas” –tras la transformación de sus antiguos salarios que, amén de los oficiales de la administración, reciben de su partido- y Aguirre, como es “noble” -que por cierto eso sí que es ser antiguo ¿verdad condesa?- no le hace falta defender salario alguno.
Para defender las condiciones de trabajo y la protección social de la gente de a pie, para decir NO a la reforma laboral, el domingo 19 todos y todas debemos manifestarnos en la calle.
Hagamos de las Manifestaciones el primer peldaño de una escalera que debe culminar con la convocatoria, más temprano que tarde, de una HUELGA GENERAL.